A propósito del día del amor y la amistad que se celebra en nuestro país
en el mes de septiembre, cabe hacer una reflexión acerca de las relaciones de
la sociedad en un contexto interconectado gracias a la globalización, en el que
a diario somos testigos de los cambios radicales que impone la condición
humana. Ya lo decía el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, al plantear los riesgos y angustias de vivir juntos y separados
en nuestro moderno mundo líquido, un miedo que impide que existan vínculos
duraderos más allá de las meras conexiones. “Nuestros contemporáneos, dice
Bauman, desesperados al sentirse descartables, siempre ávidos de una mano
servicial, sin embargo, todo el tiempo desconfían del estar relacionados sobre
todo si es para siempre, temen convertirse en una carga y desatar expectativas
que no pueden ni desean soportar”.
Las
representaciones de estas relaciones líquidas que plantea Bauman, pueden ser
fácilmente comparables con las conductas de consumo de los seres humanos. Es
como ir a los centros comerciales y realizar compras, más motivado por las
ganas que por las necesidades. Hoy por hoy, los almacenes son diseñados por
expertos del mercadeo con el propósito de satisfacer un deseo basado en un
estilo de vida idealizado. Así mismo, como elementos de la cadena productiva
son tratadas las relaciones de hoy en día, con un fin de consumo inmediato, sin
muchas preparaciones previas y sin muchas condiciones: si un producto resulta
defectuoso o no cumple con las expectativas, puede ser cambiado por otros. Pero
aun en el caso de que el producto cumpla con lo prometido, ningún producto es
de uso extendido, después de todo, autos, computadoras o teléfonos celulares en
excelentes condiciones van a engrosar la pila de desechos; la meta es tener la
versión nueva o mejorada de cada artefacto.
Dada la
transformación de la sociedad, hablar de compromiso o establecer relaciones
para siempre resulta en propósito inalcanzable. Por eso mismo la metáfora de la
liquidez en las relaciones que plantea el sociólogo polaco, puede llegar a ser adaptable
a estos nuevos tiempos que estamos viviendo. Lo que diferencia a la sociedad
actual de aquella de la modernidad en su fase sólida, que buscaba ser duradera
y resistente al cambio, es la creciente debilidad de los lazos sociales. El
poder de licuefacción se ha desplazado del "sistema" a la
"sociedad", de la "política" a las "políticas de
vida", ha descendido del "macronivel" al "micronivel"
de la cohabitación social. En esta forma privatizada de la modernidad, el peso
de las responsabilidades y los fracasos cae primordialmente sobre los hombros
del individuo. Como los zombies, que son una mezcla entre lo vivo y lo muerto,
la estructura sistémica se ha vuelto remota. Los sólidos se moldean de una vez
mientras que el control de los líquidos exige mucha atención, esfuerzo
permanente frente a una posibilidad de éxito menos previsible (Z.Bauman,
Modernidad líquida, México, FCE, 2002).
Muchos autores,
hablan de la desaparición de la sociedad y a pesar de ello, Bauman no es un
pesimista, por el contrario cree en la posibilidad de realizar transformaciones
desde la sociología para que se puedan construir nuevos contextos con mayores
esperanzas en el que la gente pueda ser feliz y logre construir relaciones
duraderas, pero para lograr tal fin hay que superar los conceptos implantados
por la modernidad y de esta manera diseñar nuevas experiencias más humanas y
menos materialistas, más duraderas y menos efímeras, más sólidas y menos
líquidas.