Soy actualmente la madre de tres peludas hermosas: Nala, Lola y Hikaru, pero desde pequeña tuve la oportunidad de saber lo que significa cuidar una mascota y al mismo tiempo recibir el más incondicional y desinteresado de los amores. Hoy 25 años después de compartir mi vida con mis pequeñas peludas, quiero publicar esta entrada como un homenaje a mis niñas de cuatro patas y expresar lo aprendido de cada una de ellas. Sé que no voy a transformar el mundo de nadie con este texto y sé que no voy a enseñar mucho acerca del relacionamiento con las mascotas, pero para mí, es una manera de agradecer a estas almas lo que me han brindado y de alguna manera inmortalizarlas, ya que ellas no son eternas.
Lupita (Pinsher): negrita y café, de temperamento muy fuerte, segura de sí misma y protectora como ninguna otra. Fue una gran mamá,controladora de los espacios y de las personas. Fue mi primera mascota, una perra muy obediente, desconfiada de los desconocidos o de aquellos que fueran capaces de acaparar mi atención más que ella. Su muerte fue triste, un cáncer producido por querer alimentar un hijo que no era de ella le cobró la vida, aun así demostró su fortaleza y el poder de su instinto.
Pinina (Pinsher): color canela, hija de Lupita, de ella heredó su temperamento, sin embargo, era mucho más amigable que su madre. Su genética fue menos fuerte, pero fue una gran compañera. No soportaba que la cambiaran por un libro, o un celular, siempre busco afecto, y por lo mismo se dejó disfrazar: poner moños, pañoletas, camisetas (Lupita jamás nos permitió esa clase de relacionamientos). Era un perrita aferrada a la vida, sus 17 años dieron cuenta de ello, varias veces perdió el conocimiento pero al mismo tiempo sobrevivió. su muerte me generó la más profunda tristeza, pues un accidente, acabo con su más apegada manera de seguir en este plano acompañando a sus queridos humanos.
Nala (Pinsher): hijita de Pinina, la más noble de la descendencia, es mi alma gemela, es pulcra, no se involucra mucho con la gente, es elegante para caminar y estilizada. Prefiere mi cama que su cama, prefiere estar conmigo hasta cuando me estoy bañanando. No le gusta que la molesten, y es temerosa. Ella es mi gran amiga y compañera, de ella he aprendido a ser prudente, espero que la vida nos dé muchos más años junticas, aunque tu cabeza ya está blanquita, espero que seas fuerte para resistir el momento en que la vida se te esté apagando como una velita.
Lola (Pinsher): hija de Nala, es un verdadero milagro, es tan pequeña, que cuando nació no podía alimentarse y por poco se muere. Por fortuna con leche de vaca y un tetero logramos salvarla, era imposible no conservarla. Es la alegría de la casa, es como una saltarina que brinca por todos los espacios, prefiere dormir enrollada y trata de imitar a su madre en lo que más puede. Es protectora, así tan chiquita como es, se cree un Dóberman. Es una pulga que no escatima en besos y abrazos para toda la familia.
Hikaru (Golden Retriever): es adoptada y aunque es muy diferente a las demás encaja de manera armónica y perfecta a la manada. Llegó a mi vida como el complemento del amor y desde ahí ha sido como mi hija, con ella he experimentado amor de madre y ella me corresponde de la misma manera, ya dejó de ser una cachorra y yo solo me pregunto: ¿cuándo te creciste tanto, que no me di cuenta? Es blanca como la nieve, tierna e inteligente. Me pide a mordiscos que no la deje sola en casa y baila de emoción cada vez que sabe que es su hora de paseos. Es en definitiva mi mayor amor.
Cinco perritas han marcado mi vida, algunas de ellas ya están en el otro lado del arco iris esperando por mí, otras aun son mi compañía. Muchos han sido los momentos vividos con ellas y muchos los aprendizajes, más me enseñan ellas a mí de lo que yo puedo enseñarles a ellas. La vida con las mascotas debe ser un proceso de responsabilidad, de comprender todo lo que implica traer a nuestras vidas una peludita, pero a cambio la recompensa es infinita e incalculable. Gracias a todas y cada una de mis perritas por todo lo que me han entregado.