El lugar es aquí, el tiempo es ahora…
Cada día que pasa estamos
esperando algo para ser felices: tener un título profesional, comprar un carro,
casarnos, tener hijos… Siempre creemos que la felicidad es eso que sentimos
cada vez que poseemos, cada vez que obtenemos, cada vez que logramos, entonces
nos pasamos los días esperando y esperando. ¿Y si lo que llega no es lo que
pensamos?, ¿y si llega diferente? o peor aún, ¿y si no llega? Entonces aparece
la decepción, la depresión, la frustración y la inconformidad…
¿Cuándo decidimos que nuestra vida
sería perfecta en la medida que satisfacemos a plenitud nuestras expectativas
del tener, sobre todo para complacer el apretado y exigente protocolo social
que cada vez es más complejo con el uso de las redes sociales y de la Internet?
Cada vez sentimos más la presión de hacernos la selfie con nuestra última adquisición,
con el check in de visita al sitio de moda, con el outfit más cool; y esperamos
de manera desbordada que el medidor de los likes comiencen a alimentar nuestro
ego. Esperamos a toda costa la aceptación del otro, pero ¿cuándo sin publicar nada
nos vamos a dar el like nosotros mismos?
¿Estamos viviendo la vida que queremos para darnos autolike, o vamos a
seguir buscando la aceptación de los otros para sentirnos felices?
La verdad es que no hay mejor
momento para ser felices que ahora y no hay mejor lugar para ser feliz que
este, que aquí… La felicidad es un estado de consciencia, de lo que somos, de
lo que pensamos, de la manera como vivimos y como nos relacionamos con el otro y
el entorno. Es importante decirlo: la vida estará llena de altibajos, de retos,
de ausencias, es mejor darse cuenta de eso y a pesar de todo decidir ser feliz.
En alguna ocasión leí un texto de
Eduardo Galeano que decía: "Por largo tiempo me parecía que la vida estaba
a punto de comenzar. La vida de verdad. Pero siempre había algún obstáculo en
el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por
pasar, una deuda que pagar. Sólo entonces la vida comenzaría. Hasta que me di
cuenta que esos obstáculos eran mi vida. Esta perspectiva me ha ayudado a ver
que no hay un camino a la felicidad”.
La felicidad no es un punto de
llegada es el camino mismo, así que la invitación es a vivir en consciencia, en
agradecimiento, en sintonía con el Ser más que en el Tener. No hay que esperar
a comprar el carro, a que caiga la lluvia, a bajar de peso, a tener la casa, a
tener un novio, a cumplir un sueño... Una vez lo tengas siempre vas a querer más
y no vas a valorar lo que tienes. Una vez escuche a alguien decir que si tienes
80 pares de zapatos y anhelas uno más es que no quieres ninguno de ellos.
Valora lo que tienes y construye un nuevo mundo desde el Ser, lo demás llegará
y sin duda, déjate sorprender, La felicidad es la vida misma y la manera en que eliges vivirla.