"Sólo se equivoca quien trabaja".
Anónimo
En los últimos días he sido protagonistas de una de las escenas que más se presentan en los ámbitos académicos, la riña entre profesores y alumnos y la tensión de validar el conocimiento. Muy apropósito el tema dado la celebración día del maestro.
Siempre he tenido por idea que el maestro más allá de su conocimiento sabe llegar al corazón de las personas, más que preocuparse por formar especialistas se preocupa por formar seres humanos y es este último punto del que se olvidan muchas personas que se dedican a la vida académica.
Las universidades hoy están repletas de personas llenas de conocimiento, llenas de cartones adquiridos en universidades de Francia, Brasil, Estados Unidos, pero la pregunta que hoy me cuestiona es, ¿cuántos de esos académicos han sembrado en sus estudiantes la pasión por la profesión?, ¿cuántos de estos académicos se ha tomado la molestia de ser ético en sus juicios y humanos en sus maneras de inducir a la corrección de sus alumnos cuando ellos que están en un proceso de formación se equivocan constantemente?
El error es el insumo del aprendizaje, solo cometiendo errores el alumno puede hacerse consciente de lo que se debe hacer y no se debe hacer, solo equivocándose el alumno puede construir su propio saber y es ahí cuando el maestro debe entrar a intervenir, porque su instinto pedagógico así se lo ordena, pero su intervención deberá ser un proceso constructivo y no una acusación fatídica que lleve al alumno al nivel de la desmotivación.
Hoy me nace hacer esta reflexión, en la medida que me preocupa que gran parte de la deserción de los estudiantes de sus procesos educativos hayan sido inducidos por intervenciones inapropiadas por parte de los profesores. Los que muchas veces llegan a las aulas llenos de egos y vacíos de espíritu pedagógico.
Me preocupa que un error cometido de manera involuntaria por un alumno tenga consecuencias tanto académicas como emocionales e impida llevar a feliz término un proceso de aprendizaje, porque son los profesores los llamados a conservar el carisma y el amor por las lecturas, por la indagación, la curiosidad y la investigación y no los precursores de procesos llenos de profesionales frustrados o peor aún pensar que sean los profesores unos mutiladores de sueños.
Es importante tomar conciencia sobre el modo y la manera de hacer caer en cuenta de los errores que se dan en las aulas, estoy segura que nadie quiere equivocarse y ganarse un “cero” adrede y que corregir es tan importante para el alumno como para el maestro. No se trata de medir niveles técnicos de aplicaciones de normas, sino de trabajar para que cada estudiante que haga parte de un sistema educativo salga amalgamado y convertido, pero convencido y consciente de su aprendizaje y no por una imposición al mejor estilo de la sociedad del terror.
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