Por estos días en que la proliferación de las
redes sociales atiborran a la gran mayoría de las personas haciendo que el 2.0
sea el más habitado de todos los estados de vida posibles, bien sea reales o
virtuales, es evidente que el modus operandi de las relaciones sociales ha
cambiado.
Tiempo atrás, cuando solo
compartíamos el espacio físico con las personas, era común toparse con relaciones
amorosas o de amigos mucho más íntimas y
porque no decirlo, más duraderas.
Hoy cuando toda nuestra vida está
expuesta y sobreexpuesta en una red social o escondida en la nube informática,
es más difícil garantizar la durabilidad de una relación y mucho más difícil lograr
que la magia de los momentos íntimos, permanezcan.
A la hora de comenzar una
relación de pareja un mínimo de 400 personas en minutos ya saben quién es tu novio o el
chico con el que apenas comienzas, y si terminas ni hablar, capaz que para ese momento el doble
de la cifra ya sabe los motivos de la ruptura.No hay manera de que no se
utilice la red social como un paño de lágrimas, donde los que apenas te conocen
te dan una palmadita de consolación.
Más terrible aun es el hecho de
encontrar o perder el amor por el ciberespacio, creo que a estas alturas ya más
de uno ha experimentado la decepción de
toparse con los cuernos que planto el novio porque hay que ver que "entre
cielo y facebook no hay nada oculto".
Pero pienso que no solo es el
hecho de romper, empezar o continuar narrando la vida privada por el facebook,
sino también el hecho de que en las redes sociales nos volvemos más neuróticas,
paranoicas, esquizofrénicas y bipolares.
Aprendemos el arte del ultraespionaje
con tal de saber que está haciendo el ex, cuál es su nueva novia, qué sitios ha
visitado, qué fotos han compartido, qué momentos han atravesado; y a decir
verdad, así no hay como elaborar un duelo, más que echarse al dolor por un gran
rato. Y esto sin mencionar el montón de información compartida que queda en ese
ciberespacio, ¿quién la va a bajar de allí?
Mejor dicho, si en cada red
social estamos entregando nuestra vida privada al escrutinio público, cuando de
desamores se trata quién va a separar los bienes compartidos, quién va a quitar
las etiquetas, quién va a bajar las fotos, quién va a eliminar los comentarios.
Es básico, si antes al terminar
una relación la discusión se centraba en quién va a quedarse con el carro, con
la casa, con los libros, las películas o los discos, hoy más vale tener claro
quién se queda con la computadora, la memoria, la cámara digital o cualquier dispositivo
que almacene los recuerdos de la relación.
Para la muestra, les comparto un
video que bien o mal relata lo complicado que se pueden volver algunas cosas en
los tiempos del facebook.
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