Definitivamente creo que hay cosas de la vida que requieren manual de funcionamiento porque eso de la intuición no me va del todo. Pues cuando creo que debo decir SÍ, digo No y cuando digo No, es cuando de verdad debería decir Sí,
Así pues, que conforme a mi alterado sistema intuitivo es que me veo en la penosa obligación de reconocer que me equivoque, que cero y van siete y todavía no ha llegado la vencida, de seguro y con la octava siento cabeza.
Pero es que todavía me dicen, me advierten, me recontra advierten y sigo metiendo la cabeza grande por el hueco chiquito. Ya no sé si lo que siento es culpa o tristeza, pero lo cierto de todo esto es que cada vez los errores cometidos están cobrando más importancia.
Atrás quedaron las locuras, las canitas al aire, las aventurillas, porque hoy cada una de las anteriores es simplemente una huella, una marca, un estigma de esos que no te puedes borrar. Creo que en la medida en que una más crece, cada cosa que hace cobra una responsabilidad igualmente grande. Lo malo de tomarse la vida a la ligera, es que la alegría de las dos horas de hoy, son las tristezas de los siguientes tres o cuatro meses de mañana.
Pero bueno, dicen por ahí que más vale arrepentirse por lo que se hizo que por lo que se dejo de hacer y será mejor asumir una actitud de aprendizaje, pues de cada cosa que yo permita, yo y solo yo seré la responsable de que sea un asunto bonito o un asunto amargo, así que, haciendo alusión al mejor regaño que me haya hecho un amigo y que mejor describe mi terquedad: “qué culpa tiene la estaca de que el sapo salte y se ensarte” me despido recogiendo pedacitos de corazón que quedaron tiraditos por ahí… Los voy a recoger, aunque ya no estoy segura de si los quiera volver a juntar.
PD: sigo pensando en que se le puede dar un chance a la amistad.
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