Adorable puente se ha creado entre los dos
En ocasiones sentimos que caemos al vacío, sobretodo cuando en el texto que vamos escribiendo con nuestras experiencias personales vemos que en lugar de puntos suspensivos lo que se viene apresuradamente es el punto final. Ese que nos indica que la historia ha llegado a su fin y que ya no habrán otras versiones de ese libro, más que la opción de comenzar uno nuevo.
Y es que así, en silencio, y sin explicaciones es como he terminado la mayor parte de mis relaciones: personales, profesionales, laborales, de amistad. Así, de la forma más sencilla, pero más dolorosa: en silencio.
Creo yo que el silencio es bueno porque en el queda la facultad de ser dueño del sentimiento sin tener que acudir a los efectos secundarios que quedan cuando se expresa lo que se siente. Pero también creo que no hay dolor más hondo y más prolongado que no decir lo que se lleva por dentro.
Retomo esta reflexión, más motivada por la intensión de exponer mis razones de porqué decir lo que nos aguarda en el corazón es más saludable, puede que no sea lo más discreto, pero seguramente las palabras pueden salvar una vida, sobretodo la de uno.
Desde el momento que me tope con Hermes, el dios griego de la comunicación, en un oráculo, decidí que las palabras serían como los puentes tan fuertes o tan debiles como quiera que sean.
Las palabras pueden ser como puentes construidos para pasar rapidamente de una situación a otra, como aquellos que se construyen con palos de madera y son temporales. Pero pueden haber puentes tan fuertes y vigorosos como aquellos que soportan alto tráfico, grandes cargas, son largos y duraderos.
Cuando se ama a alguien más vale construir puentes duraderos, con una excelente comunicación. Expersar lo que sentimos para darle fortaleza a las relaciones es fundamental sobretodo cuando entre punta y punta de ese puente esta la disntacia, la cual se hace más amigable y menos lejana cuando somos capeces de expresar lo que habita en el fondo del corazón.