Creo que mis últimos meses han estado marcados por un existencialismo a veces hasta fatalista, al punto de pasar de una bipolaridad clínicamente comprobada a una poli-polaridad como de ciencia ficción
Y es que no se si sea la famosa crisis de los “ventitantos” o un duelo mal elaborado que me deja resagos adolescentes, lo cierto de todo esto es que a veces estos círculos viciosos sobre los cuales repensamos nuestra existencia ayudan a definir esas rutas sobre las cuales marchamos en busca de sueños.
Yo aun no sé lo que quiero, pero si se lo que no quiero para mi, por lo menos en este momento, porque claro está todo puede cambiar, y esta es una buena manera de comenzar a definir la carta de navegación porque ya están claras esas cosas a las que hay que decir NO, esa palabrita tan cortica pero que nos compromete tanto por no saberla pronunciar a tiempo.
Entonces definiendo ruta he llegado a uno de esos puntos álgidos en la vida de la mayoría de las personas: EL TRABAJO. Y es que es muy difícil que eso para lo que nos hemos preparado durante nuestro paso por la Universidad sea algo que atropelle nuestro proyecto de vida, no digo que entre nuestras actividades laborales no hayan momentos de crisis, días de cansancio, regaños, impotencias, pero que el trabajo en sí no contribuya a la felicidad personal, esa ya no es una carta negociable.
Y es que en el trabajo pasamos el 80% de nuestro tiempo productivo, ¿cómo ser tolerante durante tanto tiempo con un lugar que poco o nada aporta a la formación profesional y más aun a la FELICIDAD ?
Creo que me he dado muchos golpes contra los muros, ya definí que amo mi carrera, ya definí, que me gusta lo que hago, ya decidí que quiero crecer, que quiero aprender, que quiero proyectarme, pero también decidí que para que eso tenga lugar en mí debo tomar una decisión: cambiar de trabajo. No sé si hayan otras opciones, no sé si vaya a encontrar la felicidad en otro lugar, no sé si vaya a encontrar más y mejores compañeros, no sé siquiera si voy a tener más opciones de crecer y proyectarme, pero algo sí sé y es que detrás de una decisión hay un cambio y detrás de un cambio una nueva vida.
A veces duramos muchos años en lugares y hasta con personas por miedo a correr riesgos y por ser unas fanáticas del apego. Pero este ciclo reflexivo me ha llevado a la conclusión de que para estar en equilibrio hay que correr riesgos, renunciar a estabilidades y perder la cordura y en este caso hay que buscar la manera de que ese trabajo por el cual me levanto cada mañana sea un motivo personal, me genere pertenencia, pero sobre todo que me genere FELICIDAD.
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